domingo, 14 de febrero de 2016

BUBOSKI

A Van Gogh lo abucheaban los niños que tiraban piedras contra su ventana. Fue afortunado de tener ventanas. Fue afortunado de tener una oreja. 

Hemingway fue afortunado de tener una escopeta. 

Yo soy afortunado ahora mismo de tener esta máquina de escribir, esta habitación, de mecanografiar esto, de contártelo. No pido clemencia para el artista, no pido fondos públicos, ni siquiera pido comprensión; lo único que pido es que nos dejen en paz en la dicha y el horror y el misterio de nuestro trabajo, y si venden nuestra obra por millones de dólares después de que hayamos muerto, después de que nos hayan sacado de nuestras habitaciones llenas de cucarachas, llenas de ratas, llenas de espectros, llenas de botellas, es asunto suyo. 

Pero pido que nos dejen en paz: os hemos dejado quedaros con las mujeres estupendas, los castillos, los coches nuevos, las teles, la guerra, los bistecs, los zapatos de 45$, los funerales de 5.000 dólares, los jardines de cactus de kilómetro y medio de anchura, los Van Gogh originales, pero dejadnos en paz con nuestra "obscenidad".



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